Matar un ruiseñor. Harper Lee

Primera lectura dentro de mi reto literario de 2025, #12meses12clasicos. Y no es para menos con aquello de denominarlo clásico, dado que "Matar un ruiseñor" (1960) es un libro casi legendario, que siempre aparece entre los imprescindibles del siglo XX, el libro que ha de ser leído sí o sí, uno de los grandes de la literatura norteamericana, etc.

Y su autora, Harper Lee (1926-2016), una escritora que se hizo mítica porque solo escribió esta novela, por la que ganó el Premio Pulitzer en 1961, y desapareció del mapa durante décadas, hasta escribir 55 años después "Ve y pon un centinela" (2015), que de alguna forma es una continuación de la primera.

La novela está ambientada en Maycomb, un pequeño condado de Alabama (Estados Unidos), en los años '30 del siglo XX. Un momento en el que el racismo impera aún en dicho país, donde los negros aún se siguen viendo como una raza de segunda categoría, casi como animales en muchos puntos. 

Esa es la ambientación en la que transcurre la vida de los Finch. Una familia blanca, compuesta por Atticus, un abogado dotado de un extremo sentido de la justicia y el honor, que cree en la igualdad de las personas y que defiende a Tom Robinson, un negro acusado de violar a una muchacha blanca. Los vecinos señalan a Atticus, le tachan de "ama negros" y la tensión se traslada a la familia hasta límites insospechados.

Pero ese es solo el hilo argumental que subyace a la novela, que tiene mucho más. Es una descarnada crítica social sobre el racismo, el clasismo y la supremacía blanca. Ese es el meollo de la novela.

Scout y Jem, los hijos de Atticus, crecen en este ambiente, aunque las fuertes y justas convicciones de su padre les lleva a no caer en el pensamiento sureño de muchos de sus vecinos. La novela muestra el desarrollo de ambos menores, su madurez, sus andanzas y travesuras de verano, sus amistades y enemistades, sus sueños e inquietudes.

Harper Lee hace un retrato profundo de la sociedad, mostrándonos los arquetipos clásicos, como la tía clasista que trata de enderezar a su hermano y los hijos de éste, la vecina díscola, la cotilla, los marginados violentos y el misterio. Los Randall y esa casa casi abandonada, de la que nadie entra ni sale. Y Boo Randall, que al parecer vive encerrado desde hace décadas.

Este juego de desarrollo personal, ese viaje iniciático de los muchachos se va oscureciendo, a medida que el juicio evoluciona. A pesar de la férrea y brillante defensa de Atticus, la sociedad impone su ley y Tom pagará las consecuencias. El veredicto no satisface a Bob Ewell, el padre de la violentada. Alcohólico, violento e indigente, es puesto en evidencia por Atticus y por el propio juez. Y eso no le gusta, lo que le lleva a emprender una espiral de acoso y violencia con un final inesperado. Un final con un protagonista imprevisto, y una reflexión memorable, que demuestra que a pesar del caldo de cultivo racista de la sociedad, siempre hay un rayo de esperanza y personas justas que luchan por evitarlo. Son esos ruiseñores, que solo buscan hacer el bien y a los que hay que proteger a toda costa.

Una gran novela, con un gran trasfondo, muchas aristas y mucha reflexión.

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