Asfixia. Chuck Palahniuk

En "Asfixia" (2001) seguimos las desventuras de Victor Mancini. Es un joven de buen corazón, buena gente. Alguien a quien la vida no le ha tratado demasiado bien. Alguien que se siente solo, que tiene la necesidad de sentirse querido, de sentirse útil, de que alguien le necesite.

Su vida es un pozo de oscuridad y soledad. Sobrevive como puede. Saca dinero a base de picaresca y de jugarse el tipo, para poder mantener la residencia en la que está su madre, enferma y que apenas le reconoce.

Su soledad le lleva al sexo. Es un adicto, aunque el sexo solo es una herramienta para no sentirse tan solo. Para sentir que se está cerca de otras personas, que alguien le necesita, de la forma que sea.

Con un lenguaje zafio, descarnado y sin tapujos, Palahniuk nos presenta en Mancini al antihéroe, alguien despreciado por la sociedad, que representa todo aquello de lo que no queremos hablar en público, ese lado oscuro que todos de una forma u otra llevamos y ocultamos.

El personaje recuerda mucho a Henry Chinaski, el alter ego de Charles Bukowski. Un tipo al que la vida nunca le ha sonreído, que ha dado bandazos de un lado a otro. Su vida ha sido un puro engaño, cartón piedra, y la espiral autodestructiva no hace más que acelerar y enterrarle más y más.

Una novela fuerte, descarnada, con un lenguaje duro, malencarada. No da respiro ni tan siquiera un soplo de esperanza. No hay luz. Todo lo imaginas bajo una noche lluviosa, en un callejón oscuro, húmero y maloliente. Eso transmite la novela. Y ese ambiente que generar el autor te hace quedar pegado al libro, saber si hay esperanza para Victor o está condenado desde que nació.

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