La sonrisa etrusca. José Luis Sampedro

¡Qué maravilla de libro! ¡Cuánta ternura y cuánta vida encierra entre sus páginas!

Aunque es un libro que te anticipa el final desde la primera página, no por ello deja de seducirte al instante. Imposible no quedar enganchado a Bruno, a su forma de ver la vida que se extingue con perspectiva y optimismo. Imposible no quedar atrapado por su retrospectiva de lo que ha hecho, de lo que ha sentido, de lo que ha amado. Imposible no ver en Bruno a nuestros abuelos, en cómo nos hablaban de su vida y nos hacían ver su mundo a través de sus ojos. Imposible no recordar las batallitas que nos contaban cuando éramos pequeños y nos parecían sabios gigantes que todo lo conocían, cuyas arrugas y cicatrices se habían ido forjando a lo largo de los años con mil y una experiencias.

José Luis Sampedro fue poco menos que un renacentista, un virtuoso en múltiples facetas. Nacido en 1913, fue un destacado escritor, humanista, economista y político. Vivió casi cien años, que aprovechó al máximo, con una lucidez y una clarividencia notables. Muy bien podría verse en Bruno a su alter ego, por su sabiduría sobre la vida y la gente.

Esta obra, "La sonrisa etrusca", publicada en 1985, fue quizás su novela más famosa junto con "Octubre, octubre" (1981), dentro de una trayectoria que se inició en 1939 y que se mantuvo activa hasta 2011. Más de setenta años.

Entre otros galardones, recibió en 2011 el "Premio Nacional de las Letras Españolas".

En esta obra, nos habla de Salvatore Roncone, un calabrés que ha vivido intensamente y que marcha a Milán desde el sur aquejado de una enfermedad que es un personaje más de la novela, la Rusca. Sampedro no oculta al lector desde el principio el fatal desenlace. Y es clave porque estructura de forma magistral la obra y explica el comportamiento de Salvatore.

Salvatore es un hombre de campo, de férreas convicciones, alejado de las costumbres y el esnobismo de las grandes ciudades. Va a vivir con su hijo Renato y su mujer Andrea. Las fricciones no tardan en aparecer, pero todo queda aparcado cuando entra en escena Brunettino, su nieto, un bebé del que queda prendado al instante.

A través de Brunettino, Salvatore rememora su vida, sus andanzas como partisano en la Segunda Guerra Mundial, sus rencillas con algunas familias del pueblo, sus ardores amorosos de juventud.

Su vida de partisano, en la que era conocido como Bruno, marcó por completo su vida. Su lucha contra el fascismo quedó grabada a fuego. La pérdida de amigos, la crueldad, la tortura y la muerte, marcaron su vida y le endurecieron. Pero Brunettino va desgajando esa coraza y mostrando a un Bruno cariñoso y atento. Le hace reencontrarse de nuevo consigo mismo, con una versión más completa y mejorada de él mismo.

Y conoce a Hortensia, una mujer viuda, también del sur, que termina por completar su vida y hacerla perfecta en sus postrimerías.

Una novela que remueve muchos sentimientos. Tierna dentro del drama que se sabe sucederá desde la primera página, Sampedro aparta a un lado la amargura de la muerte y convierte cada instante de Bruno en un torbellino de alegría, perspicacia, picardía e ironía. Habla de la muerte desde la vida, como un paso más pero no más importante. Lo importante es vivir y su personaje se bebe la vida hasta el último párrafo, con una sonrisa etrusca en su rostro que lo ennoblece y nos enternece.

Es, sin duda, una de las mejores novelas que he leído este año. ¡Imprescindible!


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