Balada de pájaros cantores y serpientes. Suzanne Collins
La trilogía "Los juegos del hambre" es una de mis favoritas en el género a caballo entre la ciencia ficción y la distopía. El mundo de Panem, la dictadura del Capitolio, la estructura de clases de los Distritos y la sangrienta conmemoración de la rebelión, representada por los juegos del hambre, da que pensar.
En ella, el Presidente Snow se muestra como un tirano, déspota y calculador, frío y cruel, que somete las voluntades y ejecuta una política militar con puño de hierro sobre los distritos que nutren a las élites del Capitolio. En Panem, nadie es libre, tampoco los habitantes del Capitolio, que están igualmente sometidos a una dictadura de mensajes, apariencias y estricto cumplimiento de las normas para evitar ser ajusticiado o desterrado a los distritos, donde viven encarcelados los obreros, cual esclavos.
Pero antes de esta trilogía, ¿cómo era Panem? De esto habla la novela "Balada de pájaros cantores y serpientes". De los inicios de Corolianus Snow. De su vida tras el final de la guerra, cuando era un joven cuya familia lo había perdido todo salvo el nombre. Cuando sus ideales aún se debatían. Cuando aún no tenía claro qué era lo correcto y cuáles eran las motivaciones del Capitolio. Cuando se cuestionaba la necesidad y utilidad de los juegos del hambre.
Suzanne Collins nos descubre en esta precuela a uno de los personajes centrales. A Snow. Cómo se va transformando. Como sus ideales van siendo consumidos por su ambición, sus ansias de poder y control.
Nos muestra el distrito 12, pieza central de la trilogía. Nos habla de los entresijos de los juegos del hambre, de cómo eran en sus inicios. Y del Capitolio. Destruido tras la guerra, donde la pobreza difícilmente puede ocultarse tras las apariencias. Donde se trata de imperar un orden del que se está aún alejado. La grandeza a costa de los distritos aún no se percibe. Está en proceso, como la psicología de Snow.
Poco a poco, Snow va mutando. Sus dudas, sus reflexiones, sus ideales, van quedando atrás, arrasados por sus ansias de ser alguien que decida los designios de Panem. Un ególatra en proceso, que no teme pisar o acabar con cualquiera y con cualquier sentimiento con tal de sobrevivir y escalar hasta lo más alto.
Una novela muy adictiva, que sitúa mucho la trilogía, que aporta mucha información sobre los inicios y que reflexiona mucho sobre la estructura de los regímenes totalitarios y los tiranos.

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