Rostros en el agua. Janet Frame
Desgarrador relato éste de Janet Frame, escritora neozelandesa nacida en 1924 y fallecida en 2004 y reconocida como una de las novelistas más destacadas del país.
Rescatado por Trotalibros, es un conmovedor libro que te parte el alma en mil pedazos.
Para aquellos que hemos visitado ese paraíso idílico, de cuento de hadas, que es Nueva Zelanda cuesta creer lo que narra en "Rostros en el agua".
La autora, que gozaba de cultura para la época, sufrió el fallecimiento de dos de sus hermanos así como enfrentamientos violentos entre su padre y otro de sus hermanos. Este entorno fue lo que la llevó a un intento de suicidio cuando ya ejercía como maestra en una escuela. Y a partir de ahí acaba una parte de su vida y se inicia otra mucho más oscura.
Janet Frame fue internada en varios psiquiátricos en los años 40. Aunque el relato no llega a explicar los motivos que llevaron a su internamiento, la inacción de su familia para evitarlo y sus propias reflexiones llevan a pensar que cuanto menos no fue diagnosticada.
A lo largo del libro, narra de forma desgarradora las condiciones en las que están recluidas las internas, el régimen de abandono y maltrato en el que viven, con unas condiciones sanitarias inexistentes, instalaciones cochambrosas y una falta de humanidad absoluta.
Las internas son despojos de la sociedad y como tal viven, entre sus propios excrementos, en su mundo de locura que los psiquiátricos no hacen sino exacerbar, mientras son sometidas a electroshocks y lobotomías.
El propio personal viven alejado de la realidad, inmersos en esa burbuja en la que palabras como piedad, empatía, esperanza o humanidad carecen de significado. Ellos mismos están enfermos sin saberlo.
Es en este entorno en el Janet pasa más de ocho años de su vida y en este libro recoge sus vivencias, como un narrador externo, describiendo el día a día de las internas, el estado de los pabellones, el miedo a recibir un tratamiento que haga que deje de ser quien es.
Una novela de una crudeza extrema, dolorosa, que abre de par en par la puerta de un mundo que no queremos ver, un mundo que los que nos creemos cuerdos no queremos creer que exista.
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