La hija del caníbal. Rosa Montero

Pues me ha encantado mi primera incursión en la literatura de Rosa Montero. Nacida en Madrid en 1951, periodista con una larga trayectoria en medios de comunicación como El País, del que ha llegado a ser redactora jefe, Fotogramas o Pueblo. Además, ha sido ganadora de múltiples galardones, destacando la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2022 o el Premio Primavera de novela por la presente obra.



Su obra se inició en 1979 con "Crónica de desamor". A partir de ahí, más de veinte publicaciones, entre las que pueden destacar títulos como:

  • Te trataré como a una reina (1983)
  • El corazón del tártaro (2001)
  • La loca de la casa (2003)
  • Historia del rey transparente (2005)
  • La ridícula idea de no volver a verte (2013)

"La hija del caníbal", es una novela narrada por Lucía, una escritora de cuentos infantiles que está en los cuarenta, casada con Ramón, un matrimonio anodino, apagado, que se deja llevar, sin ilusión ni alegría. 

Lucía está en plena crisis existencial, en la que es consciente de que está rebasando el límite de la juventud, falta de pasión y de amor, con un círculo familiar mínimo y desestructurado, con unos padres artistas y divorciados, carente de explicaciones por los motivos que llevaron a tomar direcciones opuestas en un cruce de caminos de la vida.

Pero el libro no va de Lucía, ni de la historia de enredo que rodea la novela, alrededor de un secuestro, una trama de corrupción y un desenlace sorprendente. Ese es el recurso literario que da cuerpo a la obra. Hilarante, con escenas cómicas, al más puro estilo del detective anónimo de Eduardo Mendoza, con personajes zafios y grotescos, rocambolescos. 

La hija del caníbal habla mucho de la vida, pero sobre todo mucho de la muerte, de la decadencia, del reloj que nunca se detiene y del destino que no podemos evitar, el del olvido y la finitud.

Arropada por Félix, personaje entrañable a través del cual Rosa Montero da un repaso a la historia convulsa de España de la primera mitad del siglo XX, y de Adrián, un joven ardoroso y soñador que le devuelve temporalmente la chispa de la vida, Lucía recorre un camino de encuentros. Consigo misma, con su familia, con la vida, con la muerte.

Y es que la soledad que es la vida une a los tres, a Lucía, a Félix y a Adrián, que se construyen una familia ficticia, carentes como están una real. Y recorren un camino que les enriquece, que les hace encontrar la senda por la que han de continuar su camino.

Hay reflexiones magníficas sobre la vida y la muerte, sobre la soledad, sobre la tristeza, sobre la añoranza de tiempos pasados que no volverán.

... el pozo del miedo ... el miedo personal  que cada uno arrastra, el pozo que te vas cavando alrededor a medida que creces, ese miedo exudado gota a gota, tan tuyo como tu piel, el pánico de saberte viva y condenada a muerte. Quién no ha visitado ese pozo del miedo alguna noche, en el entresueño antes de aletargarse. Dormir es ensayar la muerte, por eso atemoriza.

El hilo de Félix no es menos interesante. De familia anarquista, exiliado a México, miembro de "Los Solidarios" de Durruti, torero, mujeriego, revolucionario, pone la voz a una generación perdida de España y a una realidad de miseria, sometimiento y represión, una época oscura para la gran mayoría.

El pasaje final del relato de Félix, en el que cuenta el adiós de Margarita, su mujer, es de una ternura y una tristeza tremenda, sublime en su dureza. Y es que ser consciente de cómo tu pasado deja de existir y tu presente es absorbido por un agujero de olvido, y tener la oportunidad de decir basta con una sonrisa en la mirada, de ser dueño de tu destino, no tiene precio.

La novela es muy recomendable. Despierta una coctelera de sentimientos. Pasas de la carcajada a la lagrimilla en un abrir y cerrar de ojos. A través de los personajes, Rosa Montero habla de la vida sin paños calientes, sin filtros, pero con una belleza reflexiva encomiable.

 



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