La tregua. Primo Levi
Segunda parte de la Trilogía de Auschwitz. Y quizás por narrar hechos más desconocidos, me ha atraído más. Tras la derrota alemana, los campos de concentración empezaron a vaciarse, de forma caótica. Tras unos días en los que estuvieron literalmente solos, muriendo de enfermedades y falta absoluta de alimentos, aletargados en las burbujas de dolor y muerte que eran los campos, incapaces de reaccionar y tomar decisiones que pudieran salvarles la vida en ocasiones, incapaces de volver a vivir, llegaron los rusos.
Pero los rusos no trajeron alimentos, medicinas ni descanso. Trajeron una libertad caótica, descafeinada. Se empezaron a agrupar los prisioneros por nacionalidades y embutidos en trenes rumbo a no se sabía dónde. Este fue el caso de Primo Levi, que estuvo recorriendo la Europa calcinada y una buena parte de Rusia durante varios meses, de sur a norte, de oeste a este, en un viaje absurdo, como si nadie supiera que hacer con aquella evidencia del más abyecto de los crímenes contra los semejantes, de la prueba de la vergüenza humana.
Primo Levi nos narra su periplo por Europa. Sus primeros días en el campo, donde el ingenio era la diferencia entre vivir y morir. La llegada de los rusos, con sus formas y costumbres. Cómo aprendieron a convivir, como los rusos se adaptaron estoicamente a la atrocidad que se encontraron. Y cómo los presos se adaptaron a la seriedad y caos de los otros. Describe una vida en los campos pocas veces contada y que enriquece, si es que puede utilizarse ese término, todo lo que se ha escrito sobre aquel horror.
Su viaje de campo de acogida en campo de acogida, el resurgir poco a poco de la vida, cómo se gana la vida junto con otros compañeros mercadeando, trapicheando y haciendo trueque en los mercados de los pueblos, cómo son acogidos por la gente local, tan míseros como ellos pero ajenos a lo que significaba aquel burdo pijama de rayas.
El caos de los últimos días de la guerra lo empañan todo. No hay infraestructura, no hay nada. Los trenes vagan en ocasiones sin rumbo, con una carga más moral qué física. Las penurias no terminaron en los campos. Los trenes que los trasladan no sacian la sed ni el hambre ni el frío. Son una continuación edulcorada de sus traumáticos días en los campos de concentración.
Pero la vida va resurgiendo, siempre se acaba abriendo camino. Y los hechos cotidianos, las bromas, las sonrisas vuelven a aparecer. Se ve a un Primo Levi que poco a poco va resurgiendo de sus cenizas y empieza a vivir el presente pensando en el futuro.
Finalmente, tras un periplo que le lleva a Polonia, Rusia, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Austria y Alemania, llega a Italia y regresa a casa, donde encuentra casi todo como lo dejó. Y esa es la mejor noticia para volver a aprender a vivir.
Un libro inspirador, que ilustra esos meses tras la guerra, ese período de limbo entre la destrucción y el resurgir, esa Europa devastada física y psicológicamente.
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